• 25/06/2020

¡Atención! ¡Tengan cuidado!

El director gerente de LIQUI MOLY Ernst Prost sobre una burocracia agobiante

Queridos copartícipes:

Todos los días la diligente hormiguita iba contenta a trabajar. Le encantaba su trabajo. Se pasaba la mayoría del día trabajando duramente tarareando siempre una canción. Y así, día tras día trabajaba aplicadamente. El director gerenal, un escarabajo gordo, se dio cuenta de que no había nadie que vigilara a la hormiguita.

¡Eso no podía seguir así!

Creó un puesto de supervisor y colocó allí a un escarabajo pelotero que tenía mucha experiencia. Lo primero que hizo el escarabajo pelotero fue estandarizar el tiempo de trabajo. Para ello redactó diversos informes. Pronto, el escarabajo pelotero se dio cuenta de que necesitaba una secretaria que preparara estos informes. Este puesto lo ocupó una araña, que estableció un archivo y se encargó de atender las llamadas. Durante todo este tiempo, la hormiguita seguía trabajando tan contenta como siempre porque le gustaba su trabajo y, de vez en cuando, tarareaba una canción.

El director general estaba fascinado con el trabajo del escarabajo pelotero y le pidió representaciones gráficas y análisis prospectivos. De manera que se hizo necesario emplear a una mosca para que ayudara al supervisor. Le compró un portátil a la mosca para que pudiese crear unas presentaciones muy vistosas. Y bueno... la hormiguita trabajadora dejó de tararear canciones y empezó a quejarse porque tenía que hacer tanto papeleo, en vez de dedicarse a trabajar.

Entonces, el director general decidió que tenía que haber un administrador en el departamento en el que trabajaba la hormiga. Este puesto de gran responsabilidad lo ocupó la cigarra, que lo primero que hizo fue pedir que le compraran un sillón especial. Y claro está que ella también necesitaba un coche, un portátil y acceso a intranet. Además, necesitaba también su propio asistente, la tortuga, que en su antiguo puesto de trabajo ya había trabajado como secretaria para la cigarra. La hormiguita ya no cantaba. Cada vez estaba más inquieta y nerviosa.

«Tenemos que encargar a una comisión la recogida de datos sobre la clase social trabajadora y la redacción de un informe». Dicho y hecho. Los especialistas seleccionados para esta tarea trabajaron durante meses en este encargo cobrando una considerable cantidad de dinero. Mientras tanto, el director general constató que, en el departamento en el que trabajaba la hormiguita tan alegremente, ya no se alcanzaban los beneficios de antes.

Se dirigió al búho, un experto en ciencias empresariales, que cobró miles de euros. Debía analizar y diagnosticar los pasos que se debían dar. El búho anduvo trasteando tres meses en todas las oficinas de la empresa. Luego presentó un informe de síntesis que decía lo siguiente: «Tiene demasiados empleados, hay que recortar plantilla».

Siguiendo las recomendaciones del informe pericial del búho, el director general despidió a la hormiga.

Razón: «Por desgracia, el rendimiento de la hormiga ha caído en picado y ya no trabaja con tanta dedicación como antes. Ahora solo se dedica a quejarse de la dichosa burocracia y de los numerosos controles. Conclusión: ¡La hormiga se tiene que ir, porque necesitamos trabajadores que vayan contentos a trabajar y que de vez en cuando tarareen una canción!»

Espero con todo mi corazón que los hechos verídicos de esta historia nunca se den en nuestra empresa.

Su Ernst Prost